Tú no quisiste esperar y yo no supe darme prisa
Ha llegado el silencio con sus manos de tenerlo y no
tenerlo, ha llegado el silencio con ese movimiento que te arrebata la boca
cuando quieres abrirla. Llegó para que tú desaparecieras como lo hacen las
sombras en la oscuridad más absoluta. Como lo hacen las cosas que están debajo
de otras cosas. Así.
Desaparece todo, se quedan vacíos todos los pasillos, ni mis
tacones ni tus zapatillas, ni la chaqueta que cae al suelo ni el vestido, ni
los besos en desorden sobre mi pelo, ni
las manos ordenadas sobre tu sexo, ni
los cuadros que sólo yo miraba porque encontraba algo en ellos, ni tu velocidad
ante el desnudo, ni el niño con triciclo, ni los cuchillos, eso que era tan
sólo tuyo y apenas se escapa sin hacer mucho
ruido, el vacío del suelo me dice que no
estás y que ya no queda nada en el pasillo. Sólo ese movimiento del silencio
que camina de un lado a otro mirándome, encaramándome en el tacto de la alfombra
para dibujar tus pies y que caminen de nuevo conmigo. Te has ido.
Te has ido. Por si
algún día hubieras venido.
Cómo sería una vida en silencio, dime, puedes tú saberlo,
cómo podría sostenerse el mundo con tanto silencio, a la cama sobrándole un lado,
al armario quedándole un hueco como una herida gigante de bala, los zapatos
abandonados a la suerte de un trastero, universo despojado y mínimo. Yo estoy
aquí, llenando el tiempo de cosas, chocándome con cada uno de tus objetos que
voy recogiendo como si fueran trozos de una taza que mi mano tiró al suelo. No
me atrevo a pegarlos, no sé cómo hacerlo. No sé si quiero hacerlo.
Ya no se oye nada en el pasillo, tubería seca por donde ya
no pasa agua, agrietándose de imágenes que no existen, que no están, que pasean
sobre mis ojos como hologramas difusos, como mi cuerpo invisible que lo único que espera es follar
contigo en ese pasillo, aunque ahora sea tarde, aunque todas sus paredes se
encuentren desvestidas y ya los cuadros que
miraba, definitivamente, se hayan caído.
2 comentarios:
Escribió Mailer que la gente más desgraciada es la que pretende hacer del amor un arte. Eso malogra cualquier otro esfuerzo. Durante mucho tiempo creí que era cierto, pero ya no sé si estoy de acuerdo.
Acaso no haya nada más necesariamente humano que el hacer del amor un arte o de una carta una puerta a lo transcendente. Incluso resulte más necesariamente humano que llenar un pasillo vacío de follaje.
Definitivamente suena demasiado grave, y dicen que todo lo grave que sube acaba bajando. Salvo si alcanza la velocidad de escape, claro.
Es fácil decirlo, pero han sido tres años y casi medio, el tiempo pasado. Y no me pregunto si los girasoles pierden su cabezas, o si la necedad tenderá al infinito en un patio de luces donde se tienden las almas de los fielmente ateos.
Y, aunque nada se oiga y se derrumbe el pasillo, a pesar de mi claustrofobia, restauro vorágines y arrullo campos de lavas antiguas que asemejan gigantes que son como niños.
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