“Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.” Alejandra Pizarnik.
Martes, 9:30
Un ruido de pisadas y semáforos en ámbar, ligero, se detiene enmarcado por la ventana, un cuadro de sonidos que mis ojos respiran al girar la cabeza. El interrogante del mundo es el mismo interrogante de mi cuello, un gesto que no atraviesa la tela metálica, de dentro hacia fuera -ni viceversa-, como los mosquitos. Bebo agua para encontrar una respuesta. Si fuese así, si la claridad fuera un vaso de líquido transparente, las cuestiones sólo serían inocentes ondulaciones de una superficie. Sólo nuestros dedos sucios podrían oscurecerlas. De todos modos, la culpa siempre ha sido nuestra. Seríamos culpables de todo menos del tiempo. Y bueno…ya no se sabe si hasta de eso. Aún creo que no soy infractora de este calor que preveo en el asfalto, y se adelanta en mi frente, brillante y violento. Descorro las cortinas y recuerdo tus manos apartándome el fleco. O me las he imaginado haciendo eso. Sí, me las he imaginado. Pero creo que sólo ha sido la breve brisa que ha entrado un momento, para traducirme el sudor en un frío que va midiendo las partes del cuerpo que no han sido sonámbulas al sol. Debo hacer algo con este calor y con los sonidos de supermercado que siempre rallan fuera y tan adentro. Cierro la ventana, luego me tumbo en el suelo para besarlo como si fueran tus desconocidos labios y aniquilarme el equilibrio de esa manera o de alguna mejor que se me vaya ocurriendo. Lo hago todo en cuestión de segundos. Es agotador.
Martes 17:15
Como cada tarde pinto algo a carbón en el cuaderno, algo que equivalga a decirte “Sabes que amo tus irrevocables lágrimas”. Pero no lo sabes, y he dejado de pintar, sólo te escribo, “aquí no hay nadie –ni siquiera tú-, planeo marcharme”. Escucho el desorden de los platos, el estruendo de la cocina y el rechazo de los cajones al cerrarse, desde mi diminuto cuarto, con ese tintineo que produce un inquilino desahuciado, los sentimientos a veces son como inquilinos desahuciados que se alejan con desorden de cabreo. El día sólo es esto; una soledad que combina azul con negro para decírtela toda con fútiles palabras; por si casualmente hubieras venido a eso. Pretendo oírte pronunciar atardeceres y los colores naranjas de la ciudad. Es casi una necesidad que me he creado, entre el hambre y el sueño, todo eso, pero no a ti; claro que no conoces de mi absoluta inutilidad ni de mis escasas pretensiones para con cualquier cosa. Procuro las esquinas para embarrarme con algo, sobre todo si su sombra es verde como la sangre de las flores, como sus entrañas cuando se las ahorca, qué terrible imagen ¿no? Sólo que me gustaría explicarte todos esos hologramas que me atraviesan la cabeza, siendo una tontería muy grande, debí advertirte de todos mis estúpidos ruidos, pero yo nunca tuve la manera de hacerlo. Tampoco lo pediste. Sólo quiero eso de tan simple; escuchar la policromía del vinilo interminablemente, su rotación desganada, suena rasgado, no sé si alguna ves lo habrás escuchado; son como los gritos de las navajas al clavarse en la piel, zigzagueantes arañazos de gatos, el ruido oscuro de los callejones, o una cabeza apoyada en mi hombro mientras conduzco, la equivalencia a una espera, una muerte muy dócil y muy tierna. Ahora sería extraño. Algo raro. Maullando, maullando. Podría decir “Todo va bien” porque es tan fácil decir y luego quedarse silente. ¿Ves?, muchas veces supe ya de tus silencios, sólo que ahora me duele estar, que no estés. Que nunca hayas estado. Duelen las puertas en verano, más si se cierran sin avisar, de un portazo. Y el sol al mediodía amenaza con su cuchillo dorado, es tan hermoso, aquí. Me lo dejo clavar muy dentro de los ojos, luego su filo es brillante y malvado, dañino para el globo, los globos, la ingravidez. Mejor me clavaras tú algo que pudiera sentir al caminar, en cualquier parte, sólo eso, nada más, no te pediría nada más que un abandono... Llevarte como un dolor que me confunda el otro. Maullándolo. Creo que estaría bien. Quiero decir “Las raíces del aire serían perfectos rincones donde resguardarme. Pero igual voy a irme porque podría amarte…o porque no, probablemente porque no”. Es inútil, inútil del todo detestar la habitación donde duermo o la ventana por la que entra la luz del día, cada obsoleto ángulo de la mañana es una sinfonía de ojos raros. Que me miran. Escucho, Why can't love make sense?, por algún rincón de mis oídos. Puedo repetirme que no existes. [No existes. No existes. No existes. No existes.] Y sería, finalmente, casi todo tan real.
Martes, 9:30
Un ruido de pisadas y semáforos en ámbar, ligero, se detiene enmarcado por la ventana, un cuadro de sonidos que mis ojos respiran al girar la cabeza. El interrogante del mundo es el mismo interrogante de mi cuello, un gesto que no atraviesa la tela metálica, de dentro hacia fuera -ni viceversa-, como los mosquitos. Bebo agua para encontrar una respuesta. Si fuese así, si la claridad fuera un vaso de líquido transparente, las cuestiones sólo serían inocentes ondulaciones de una superficie. Sólo nuestros dedos sucios podrían oscurecerlas. De todos modos, la culpa siempre ha sido nuestra. Seríamos culpables de todo menos del tiempo. Y bueno…ya no se sabe si hasta de eso. Aún creo que no soy infractora de este calor que preveo en el asfalto, y se adelanta en mi frente, brillante y violento. Descorro las cortinas y recuerdo tus manos apartándome el fleco. O me las he imaginado haciendo eso. Sí, me las he imaginado. Pero creo que sólo ha sido la breve brisa que ha entrado un momento, para traducirme el sudor en un frío que va midiendo las partes del cuerpo que no han sido sonámbulas al sol. Debo hacer algo con este calor y con los sonidos de supermercado que siempre rallan fuera y tan adentro. Cierro la ventana, luego me tumbo en el suelo para besarlo como si fueran tus desconocidos labios y aniquilarme el equilibrio de esa manera o de alguna mejor que se me vaya ocurriendo. Lo hago todo en cuestión de segundos. Es agotador.
Martes 17:15
Como cada tarde pinto algo a carbón en el cuaderno, algo que equivalga a decirte “Sabes que amo tus irrevocables lágrimas”. Pero no lo sabes, y he dejado de pintar, sólo te escribo, “aquí no hay nadie –ni siquiera tú-, planeo marcharme”. Escucho el desorden de los platos, el estruendo de la cocina y el rechazo de los cajones al cerrarse, desde mi diminuto cuarto, con ese tintineo que produce un inquilino desahuciado, los sentimientos a veces son como inquilinos desahuciados que se alejan con desorden de cabreo. El día sólo es esto; una soledad que combina azul con negro para decírtela toda con fútiles palabras; por si casualmente hubieras venido a eso. Pretendo oírte pronunciar atardeceres y los colores naranjas de la ciudad. Es casi una necesidad que me he creado, entre el hambre y el sueño, todo eso, pero no a ti; claro que no conoces de mi absoluta inutilidad ni de mis escasas pretensiones para con cualquier cosa. Procuro las esquinas para embarrarme con algo, sobre todo si su sombra es verde como la sangre de las flores, como sus entrañas cuando se las ahorca, qué terrible imagen ¿no? Sólo que me gustaría explicarte todos esos hologramas que me atraviesan la cabeza, siendo una tontería muy grande, debí advertirte de todos mis estúpidos ruidos, pero yo nunca tuve la manera de hacerlo. Tampoco lo pediste. Sólo quiero eso de tan simple; escuchar la policromía del vinilo interminablemente, su rotación desganada, suena rasgado, no sé si alguna ves lo habrás escuchado; son como los gritos de las navajas al clavarse en la piel, zigzagueantes arañazos de gatos, el ruido oscuro de los callejones, o una cabeza apoyada en mi hombro mientras conduzco, la equivalencia a una espera, una muerte muy dócil y muy tierna. Ahora sería extraño. Algo raro. Maullando, maullando. Podría decir “Todo va bien” porque es tan fácil decir y luego quedarse silente. ¿Ves?, muchas veces supe ya de tus silencios, sólo que ahora me duele estar, que no estés. Que nunca hayas estado. Duelen las puertas en verano, más si se cierran sin avisar, de un portazo. Y el sol al mediodía amenaza con su cuchillo dorado, es tan hermoso, aquí. Me lo dejo clavar muy dentro de los ojos, luego su filo es brillante y malvado, dañino para el globo, los globos, la ingravidez. Mejor me clavaras tú algo que pudiera sentir al caminar, en cualquier parte, sólo eso, nada más, no te pediría nada más que un abandono... Llevarte como un dolor que me confunda el otro. Maullándolo. Creo que estaría bien. Quiero decir “Las raíces del aire serían perfectos rincones donde resguardarme. Pero igual voy a irme porque podría amarte…o porque no, probablemente porque no”. Es inútil, inútil del todo detestar la habitación donde duermo o la ventana por la que entra la luz del día, cada obsoleto ángulo de la mañana es una sinfonía de ojos raros. Que me miran. Escucho, Why can't love make sense?, por algún rincón de mis oídos. Puedo repetirme que no existes. [No existes. No existes. No existes. No existes.] Y sería, finalmente, casi todo tan real.
17 comentarios:
Ahí estás tú. No existe el silencio. Dentro de tu propio silencio, en este caso, hurgando en el silencio de cualquiera de quienes te leemos, el silencio no es ausencia, tiene color y formas y palabras y figuras y sentimientos y deseos y anhelos y propuestas. Corremos las cortinas y las volvemos a cerrar mil veces y en el silencio nos sentimos cobardes y nos proponemos valientes, pero ahí estamos llenas de palabras para describir nuestro silencio acompañadas.
un beso
ayyy niña mía...
Los ruidos que se crean en el interior de las mentes es mucho más fuerte que el que puede crear la ciudad en sus sucias calles.
El preferir sentir el dolor de un puñal que el no sentir nada es ganas de vivir.
Tus textos son muy complejos y economizas las palabras, sin hacerlo con la profundidad.
Hasta los puntos tienen la carga que Kafka no supo describir.
Un saludo desde mi calle
Cuanto talento mujer!
Hurgar en la inexistencia del amor. El beso y el aliento de unos labios que no existen, entre paredes que existen demasiado.
Madre mía, la que puedes armar tú solita en un rato que te pones a escribir... Qué envidia, uh.
No sé para qué pides tantos zapatos de refuerzo, tan sólo con tu sensibilidad tienes bastante para dejar huella. ¡Huellas y huellas: vas pisando con cariño los corazones de la gente; aunque luego en soledad prefieras pensar que no haya nadie, que lo sé!
Hasta pronto.
Me ha encantado!!!
Me encantaría poder escribir algo parecido.
besos.
Anónimo/a:
¿Escribes?
Un martes a diferentes horas. O dos martes a diferentes horas. Vaciaste todas las palabras, como si las vomitaras, porque querías que no hubiera nadie, porque querías sentirte sola. Y siempre estamos solos. Aunque, realmente, nunca lo estemos.
Leerte me inspira, paciente.
¿Paciente cae desde la paciencia o desde el pasillo de la octava?
lo hice mal: dejé para el final la lectura de ti y se me ocurren mil cosas qué decir
ah, pero el tiempo... ese invento humano (claro que es nuestra culpa, seguro), ya ves,por momentos muta y se vuelve breve
publiqué en mi blog y no quería que lo notaras, por este absurdo mensaje
mañana a primer hora, ese tiempo que mejor me funciona para escribir, vendré de nuevo, con un pequeño ramo de palabras
descanse
acá en méxico te estarías alistando pa descansar
Querida Paciente nº 24, pareciera que el lenguaje fue creado allá en la prehistoria para que tú pudieras expresar tu desolación.
Un abrazo desde algún lugar del Mediterráneo.
... y entender que este no es el fin, es tan solo continuacion y aqui en Sonora igual que usted solo estamos reciclandonos
reparandonos
reviviendonos
se podría hacer una antología de imágenes hermosas con tus escritos
no siempre son hermosas, claro (eso de los gritos de las navajas que clavan la piel o ahorcar flores) pero siempre lo hermoso es el mecanismo metafísico que resurge una vez uno se adentra en ellas, como si fueran un mar que te ahoga y eso sea la dulzura, ya ves, con ese tipo de belleza me topo al leerte
es que tus textos siempre exigen calma, al igual que al beber una infusión de flores exóticas, no puedes leerlos rápido porque no saben a nada, y si algo se te puede agradecer es que siempre dejas un sabor en la boca, como ese que se genera cuando de pronto ves que el sol ya está saliendo de nuevo y tú sigues hablando con alguien, tras una ventana con las cortinas descorridas y el fleco largo de un cabello que huele a durazno
siempre tus imágenes
siempre, siempre, supongo que no soy el único que se queda intrigado luego de leer si la claridad fuera un vaso de líquido transparente, las cuestiones sólo serían inocentes ondulaciones de una superficie o el sol al mediodía amenaza con su cuchillo dorado(...) Me lo dejo clavar muy dentro de los ojos, luego su filo es brillante y malvado, dañino para el globo, los globos, la ingravidez
no te pediría nada más que un abandono...
dan ganas de abrazarte
o invitarte un café a las 9 de la mañana, cuando la ciudad, cualquier ciudad, está más linda que nunca
con un café habría ese contraste del imperio del Mercado Laboral con la refulgente, resplandeciente, astral belleza de la luz de una hora así y los árboles y las flores, el ritmoy la concentración en todo menos en charlar, verse en silencio, beber con calma
leer con calma
esa sinfonía de ojos raros
llevo ya 4 canciones y un cigarro
bah, no es cierto, no fumo desde hace años
pero tengo una cancioncilla de fondo buenísima
¿conoces a claude bolling?
¿qué más iba a decirte?
ah, ya
que está bien que no haya alguien -o que haya estado alguna vez-, que es perfecto cuando alguien le escribe a ese universo inútilmente adorable de la melancolía -o esté alguna vez-, que debes saberme del otro lado del puente -o pueda haber estado-, que en la soledad a veces te encuentro de reojo
-o jamás esté y nada cambie nunca-
te leo. te recuerdo. suenas triste.
cómo puedo ayudarte
quisiera ayudarte
mira, una brújula, ténla
paci, yo ando en las mismas, curioso que coincidamos por perdidos
no importa que me leas o no, solo no desaparezcas, no te vayas
Soy el anónimo de antes... escribo pequeñas cosas que no tienen ninguna gracia. Pero me encanta leer a personas como tú, que con una entrada dicen todo lo que a mi me hubiera gustado decir.
Un placer.
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