aunque las minúsculas
No era el comienzo, eso no era.
Ni el camino, ni un vaso,
ni el agua dentro del maletero,
ni el sol de julio desde la cornisa
cuando se desmaya.
Eso no era.
Fueron gritos en el aserradero.
Fueron insectos tullidos en el desierto.
No era eso.
Desde dentro a fuera vinieron a roer
una manzana
por donde se siente. Las ventanas
los teatros de Cartagena, y los ojos
dormidos de la piel a cinco minutos
de los escenarios
del cuerpo.
Porque nunca hubo un comienzo.
Ni un abrir antiquísimo, como dije.
En las altas puertas de los sueños,
separarse en cante.
Separarse en pestañas y monte
de Venus;
eso es lo que era.
A catedrales vacías, outlets,
botellas de cerveza, gente tuerta
paseando sobre las aceras:
tardes sin la forma de una nube.
Seis de la tarde en senda de oveja,
Seis de la tarde y sobredosis
en cansancio
en las piernas
Frecuentando edificios como llagas
infinitas al borde del polen.
Seis de la tarde contra los cristales
y tobillos leprosos
en punto,
en la 407, verde, recia y dactilar.
[Con J.J. García Rodríguez, mua poeta]
Lapido & Amaral .- Doble salto mortal