“Vivir no es otra cosa que arder en preguntas.” Artaud.
Vivo en un desván desalojado de soles, en una entraña de terribles sombras por donde bosteza la rendija de una luz que estira sus brazos en remolinos; un rayo de fuego, geología inmóvil sin naturaleza ni superficie. En el desván hay un silencio entreabierto, que a solas, me dice labios descuartizados desde el centro. Almas de miriápodos se arrastran por el suelo. Y toco sus sombras como a veces toco la mano vacía de un secreto. Hay que vivir en un desván; como el sonido de los bombardeos viven en un refugio. Lejos de la herida que se cura en miedo y se repite con el sonido de un alfabeto más convenientemente elegido. ¿Elegir? Las sombras no eligen presencias, ni la corporeidad de su propio sentido. En todo caso las sombras son las elegidas estatuas que conmemoran prehistóricos argumentos. Pululan dedos en las llagas desde ese resplandor terrible de la multitud que trazó un camino que hay que cruzar; de punta a punta, como borregos. Nos dicen elegir como una carta de exquisitos vinos. Náuseas de fuego sobre la madera del tiempo. Silencios pariendo infinitos, secciones de sueños a bisturís de bocas que rajan convulsamente cualquier intento de libertad y la sangre que corra por todas las partes de tu cuerpo. Silencios como truenos extrañamente ensordecidos. Las sombras son el orden del universo en uno o dos segundos de artificios. Vivo en el desván trasero del mundo, soy un muro o una baldosa, donde se apoyan o pisan las pirámides de los interrogantes abiertos, el flujo de una herida, la fluctuación de la muerte suspendida en este caleidoscopio de preguntas. Una hormiga. Un agujero que se lima y manipula con ojos ajenos, bajo el martillo que se ha partido en mi pecho, un cerebro diminuto en corte sagital y un dedo índice hurgando en los vértices de su tálamo. El dolor girando, revoloteando el tallo infecto de un cuerpo en reposo, callado. Cielos disparados hacia suelos más perfectos donde no existen líneas inversas, peatones de hielo. El desván existe como una constelación de estrellas disociadas que proyectan gérmenes sobre la concavidad de un alambre. Y los escalones que bajan hasta el infierno, que tiene la forma de una luz apagada. Suicidarme; en silencio, en una sombra. Romper las bisagras de unas alas, el color de un sentimiento, una etiqueta de “se vende” puesta al borde de mi alma.
11 comentarios:
Paciente nº 24, tu voz -en sombras- hace reflejos en la luz de la poesía. Me gusta pasearme por tu pasillo, por tu desván desalojado de soles. Un abrazo!
¿Preguntar? seguimos preguntando lo mismo una y otra vez. No hay respuesta, tan solo hay una conformidad ante la vida. No te conformes nunca pues tus palabras son gritos que rompen silencios.
Ya sabes, te cedo un hueco debajo de la cama, es mi espacio antiaéreo.
Preguntas y café. Gracias.
Eulàlia
Bien, Paciente nº 24:
Aquí vengo a traerle su dosis diaria de comentario, tómela con un poco de zumo si quiere.
Recuerdo cuando estuve viviendo en un pequeño pueblo en una casa con azotea; con esos tan pájaros matutinos y diarios que eran como para arrojarse al vacío ya desde el principio. Una locura, de verdad... Afortunadamente daba el sol a medio día y tenderme un rato aliviaba las tensiones. Por la noche luna llena o tormenta afirmativa. Nada más. Mientras mi bolsillo lo pueda permitir, no quiero áticos ni plantas bajas... Aunque quién sabe.
24, si lo vendes, para el próximo ya sabes. Un poco de sol, para leer y escribir con claridad. Orientación sur, ya es lo ideal. Aquí...
Y, para estúpida mi sombra, que me eligió a mí, estando libre Penélope Cruz. Que lo estaba... ¿No puede uno elegir a su sombra? Es que me tiene harto, ya...
Ah, y te traje más canciones; de Amaral, para que las descargues si quieres
http://www.efeeme.com/descargas/descargas_ficha.aspx?id=3518&ids=7
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Y a vosotros, que no os engañe. La he visto: ha movido los dedos, y estaba mirándonos.
Tienes la capacidad (no sé si la virtud) de evocar en mí sensaciones antiguas que, a su vez, me hicieron escribir sobre ellas.
EL OLVIDADO
El rostro triste de una persona a la que encerraron y se olvidaron de ella.
Raymon Carver
Se oyó un sonido sordo
que provenía de la habitación de arriba:
la olvidada.
Se miraron intentando persuadirse
de que no se trataba de un disparo.
Pretendían ignorar aquel asunto
prosiguiendo la incómoda velada
entre conversaciones del interés de nadie.
Los invitados se despidieron cortésmente.
Nadie subió a velar el cadáver.
Todas las respuestas yacen como un tesoro escondido en el fondo de nuestra mente, ¿nos atreveremos a iniciar la aventura de descubrirlas?
Hola
A mí me parece especialmente agradable llevarme la contraria a mí misma y cuando tengo ganas de envolverme en mantas salir a la terraza y mirar el aire
un saludo, te sigo leyendo por supuesto, porque cada vez escribes mejor
Bettyylavida:
Te imagino como una sombra sentada en la esquina inferior de una fotografía, con un azul intenso que te envuelve; “mirando el aire”.
Escalofríos en mi espalda por esa frase. Gracias.
Recordé la frialdad de un hospital público de paredes carcomidas, suelos plásticos amarillentos manchados y ventanas con marcos de madera, de pequeños vidrios, imposibles de abrir o cerrar.
El diván lo imaginé beige, forrado en material sintético, con una rotura por donde se escapa algo de espuma amarilla semi carcomida.
A veces, voto por abandonar los diagnósticos, pues implican la necesidad categórica de tratamiento...aunque claro, quizás sólo sea mi impulso irrefrenable a desafiar a la autoridad.
Cariños.
Tus palbras son esa píldora amarilla que todo lo cura, cada vez que te pasas es una alegria para mi, tu blog junto con el de la Princesa Inca son visitas para mi obligadas cada dia, esperando con ansias cada nuevo post...un beso enorme navegante.
Gracias por el poema de Antonio Gala, que me has regalado en mi blog
Un beso
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