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El sexo es un árbol herido que se abre la gabardina para enseñarme su tatuaje. Y extiende sus raíces hasta alcanzar el grito externo del sobresalto, como un callejón oscuro atrapa el maullido lascivo, de unos gatos.
Hay un cuerpo que me envuelve con la piel de una fiera. Él; rápido y violento, evaporaciones de ti sobre mi cuerpo. No el deseo. El deseo es un intento de posesión fallido. Adherencias. Cicatrices de tus manos como el éxodo de tu nombre, regresan al filo de la feroz nostalgia, como un reclamo de indisolubles vestigios. Él estalla sin mí, mientras le pido fisuras, grietas, clavos, legiones de nudos apretados, batallas de olvido. Reclamo dolor y el dolor siempre me atiende servicialmente con sus asesinas zarpas. He venido aquí persiguiendo tu ángulo opuesto y te encuentro. Y no importa que existan más alertas que las de un bombardeo, estás con un grito que rige todos mis precipicios, mis incendios. Enajenados y desiertos mis labios son guardianes de tu exilio. Abro el grimorio de tu pecho a mordidas sobre su hombro, para prensarme desnuda en la nervadura irisada de tu ausente aliento. Apenas parpadeo y relampagueas frente a mis ojos. Él dice dios y mi nombre mientras baja las defensas y tú me invades con frenéticos roces. Su cuerpo. Tu anatomía es la sombra que resbala despacio sobre mí como una nube en un agitado cielo. No yo. Me deshojo en medio de un bosque de hiedras que me ofrecen su veneno. Acepto. Una lágrima; tú. Él me arranca un “oh” como el que desvela un secreto que fluye del fondo ensordecido del miedo; la marginación de una piel que vive en contra del mundo, este error emborronado por una tinta negra, una cárcel sin rejas; una pared que protesta. Yo.
Y escucho en su gemido como un adiós que se tendía, ya, en una piedra.
- Quédate - oigo.
La escalera es una lengua por la que me deslizo a ciegas.
Hay un cuerpo que me envuelve con la piel de una fiera. Él; rápido y violento, evaporaciones de ti sobre mi cuerpo. No el deseo. El deseo es un intento de posesión fallido. Adherencias. Cicatrices de tus manos como el éxodo de tu nombre, regresan al filo de la feroz nostalgia, como un reclamo de indisolubles vestigios. Él estalla sin mí, mientras le pido fisuras, grietas, clavos, legiones de nudos apretados, batallas de olvido. Reclamo dolor y el dolor siempre me atiende servicialmente con sus asesinas zarpas. He venido aquí persiguiendo tu ángulo opuesto y te encuentro. Y no importa que existan más alertas que las de un bombardeo, estás con un grito que rige todos mis precipicios, mis incendios. Enajenados y desiertos mis labios son guardianes de tu exilio. Abro el grimorio de tu pecho a mordidas sobre su hombro, para prensarme desnuda en la nervadura irisada de tu ausente aliento. Apenas parpadeo y relampagueas frente a mis ojos. Él dice dios y mi nombre mientras baja las defensas y tú me invades con frenéticos roces. Su cuerpo. Tu anatomía es la sombra que resbala despacio sobre mí como una nube en un agitado cielo. No yo. Me deshojo en medio de un bosque de hiedras que me ofrecen su veneno. Acepto. Una lágrima; tú. Él me arranca un “oh” como el que desvela un secreto que fluye del fondo ensordecido del miedo; la marginación de una piel que vive en contra del mundo, este error emborronado por una tinta negra, una cárcel sin rejas; una pared que protesta. Yo.
Y escucho en su gemido como un adiós que se tendía, ya, en una piedra.
- Quédate - oigo.
La escalera es una lengua por la que me deslizo a ciegas.
3 comentarios:
Los grimorios me sugieren alergia a los ácaros y por eso no me prenso en ellos, sin embargo, sí he venido aquí a leer tú angulo más preciso, más abierto sobre lo escrito, y sólo espero que, éste, no me prense como una mosca sobre una carnívora planta antes de... atragantarse. Si no cierro, tengo miedo de encerrarme.
Ay, y yo que creía que los árboles heridos también se pensaban mucho si ir al gimnasio antes de enseñar el tatuaje...
Brillas como una bombilla excitada por la hilandería de tus filamentos. No tocarte...
Estupendo, hoy he tenido ración doble de 24 (48), estupendo para el fin de semana.
Un abrazo, de alta tensión.
(Electrocución.)
¿me ves? con la boquita abierta estoy.
"...legiones de nudos apretados, batallas de olvido. Reclamo dolor y el dolor siempre me atiende..."
¿me lo prestas como encabezamiento, diciendo tu autoría, claro?
Te diré, hubo un tiempo no tan lejano en el que buscaba inistentemente un dolor para tapar otro dolor, puede que todavía siga ahí, al acecho.
Lo dicho, con la boca abierta te aplaudo.
Saludos cálidos.
Labelia
Hola caracola!!, si soy yo hadita de los bosques y esta vez + perpleja que nunca, mira asi estoy ahora mismo :O , ... na que sigo perpleja como Carlitos, bueno ya te llamo luego, ande andarás! que hago con los bomberos?,xau :O
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