Llueve; apenas caen unas gotas. En este lugar tan huérfano de invierno, esas gotas son una alegría. Huele a tierra mojada y vuelvo a mi infancia durante unos segundos. Pero el viaje es corto; el tren de mis recuerdos se detiene en la misma estación de siempre; esta vez toma la forma de un esbozo de arco iris de pálidos colores que me devuelve a mi presente. Apoyado en el alféizar de la ventana, me sorprendo mirando cómo mis dedos escriben un mensaje repentino… El olor a tierra mojada comienza a desvanecerse. El débil arco iris termina por difuminarse. Mi mundo es sólo un sueño.
Este microrrelato lo ha escrito otro paciente que deambula, de vez en cuando, por este pasillo: Félix.
No hay comentarios:
Publicar un comentario