"Al llegar aquí, hace unos meses, afirmaba estar muerta. Desde que alguien se llevó mi equipaje donde tenía guardado un secreto y un cadáver..."

17 julio, 2009

…ahora que miro este techo


Porque apresaba aquel techo con los ojos al despertarme, ese agujero con forma de botella de coca-cola que la humedad había tallado en invierno, como el filo del cuchillo traza un corazón sobre un árbol. Hasta que se me derrumbó literalmente encima una fría noche de resaca y me lo dejé como manta. El techo, me refiero a la botella de coca-cola. Al despertar toda aquella arena en la cama, trozos de ladrillos y un pedazo de viga clavado en el pecho, mi cuerpo parecía una puerta arañada por un gato, o estar en la bañera roja de una suicida con una piedra en la mano, cabeza y torso ensangrentados. Comenzó a llover y se desangraba la casa, con una hemorragia interna, que no pude parar. Nunca lo supiste, tú nunca lo supiste. ¿Y esa herida? Había tantas.

Ahora sólo puedo escupir la miel de tus ojos, escupo hasta que se me vaya lo dulce y me quede lo áspero, el mismo sabor que permanece después de fumar el primer tabaco, ese que nunca he fumado. Y no sé qué hacer con estas manos, estas manos de despedida que yo nunca supe, ni con el cuerpo que regalé al asfalto en la calle Goded después de los últimos carnavales, con esos besos que di; en el mirador que hay por encima de Las Ramblas, a algún tarado que gusta de tirar del pelo para excitarse o a alguna hipócrita mujer, de esas que quieren probarlo todo mientras no se les vea la cara, para luego seguir ordenándose el pelo, que mejor cogieran un peine y se lo clavaran. Te juro que no sé qué hacer con Bessie Smith cada vez que suena, ni con las botellas cuando se vacían, que creo que ya no caben en la nevera, ni sobre la mesa, ni en la encimera, ni detrás de la puerta de cada cuarto, que la casa parece una fábrica de reciclar cristales, que mi alma se las tritura a dentelladas, que no sé qué hacer, que no hago demasiado, que no hago nada…Debería dejar, de una maldita vez, de hablarte, de golpearme los nudillos contra la pared y arrancarme de un tirón aquella viga que permanece clavada en mi pecho o en alguna parte. Dejar de decir gilipolleces, decirme ahí te quedas por imbécil, ahí te quedas. Meterme diez pastillas o veinte para dejar de hablar definitivamente, que todo sea un balbuceo, como el de los bebés aprendiendo vocales, empapando el babero, o nadando bajo el agua enredados, los pies, entre algas. Cortarme la lengua con un cuchillo pequeño y oxidado para que se me infecte el cerebro. O amputarme las manos, tendría que cortarme las manos. Debo hacer algo para dejar de hablarte. I have traed in vain, never more to call your name, bla, bla, bla. Que las palabras no sirven para nada, me lo afirmó un poeta de Almería que no conoces ni de lejos, que lo sé cuando callo, cuando me quedo silente y el silencio es más hueco, le cabe tanto dentro: le cabes tú con todos tus terrores y algún conejo, y una pata de palo y una flecha de fuego.


[Gracias a VioletaPara Helena- por compartir conmigo su premio, es un placer siempre que te digan algo así como “Te recuerdo”, es mutuo, por supuesto.]

10 comentarios:

BUENAS NOTICIAS dijo...

Querida paciente, me dejas sin palabras. La viga clavada en tu pecho, ¿te ayudo a sacarla?

Anónimo dijo...

No quisiera repetirme, pero... ¿todo bien? Tampoco quisiera especular demasiado, ni está en mi intención, la verdad...

Bueno, que me callo. Que pasé por aquí.

Ya me lo leeré con más calma en el otro Pasillo, quizá junto a la playa.

Un abrazo.

Carz dijo...

La desesperación nos reclama actos urgentes, como terminar de hablar, definitivamente.
Pero la urgencia se entrona a sí misma con sus propias leyes; Fito nos dijo que no siempre lo urgente es lo importante, y una amiga mía siempre me dice en estas situaciones: "deja que llueva". Y uno lee para saber que no está solo (tierras de penumbra) o como dice Léolo: "lo único que le pido a un libro es que me inspire energía y valor, que me diga que hay más vida de la que puedo abarcar, que me recuerde la urgencia de actuar".

A veces tenemos que hacer el esfuerzo de reencontrarnos, yo escribo en parte para dejarme pistas de lo que he sido, para que no se me olvide cuando el dolor se convierta en una tibia melancolía.

Deja que llueva, pero ten el corazón dispuesto a desangrarse de nuevo.

Un beso.

Camy dijo...

Cuando leo, cuando te leo, me duele el alma. Las sensaciones invaden mi cerebro e inquietan mi espíritu ¿ Habré sabido amar? ¿Es necesario tanto sufrir? ¿Estaré ya muerta? ¿Me llamaré egoísmo?.
Querida paciente nº 24, poco diagnóstico voy a dejar. Lo pido yo a gritos.
Un beso

Alberto Espejel Sánchez dijo...

de tu intensidad rescato su poder para generar sonrisas

sonrisas tristes, desde luego

y tal vez una mueca de nostalgia

pero hay en ella -en tu efectiva intensidad- un poder tal, que de inmediato comienza a ulcerarme la desdicha

aunque esta llegue a modo de sonrisa

un sonrisa amplia, crepuscular, complacida

debe ser eso la locura

+++

de tu contundencia rescato los ecos del vacío

el vacío, ese tema de tesis

en tus textos suele haber vacío

pero en grandes cantidades

extraña consistencia la de tu vacío

extraño vacío el de tu consistencia

¿en españa se le llamarán gelatinas a las gelatinas?

de tu vacío rescato tus ánimos de imagen

siempre hay imágenes en tus textos

que me ponen feliz

+++

¿qué queda decir?

baby won't you please come home?

eso ya lo dijeron en los 20 -y luego ella en los 30 y sarah (o billie, no recuerdo) en los 40-, tal vez solo queda decir que me uno a tu vacío, a tu soledad, a tu hablar de fantasma

solo que en forma de sonrisa

lejana

trasatlántica

cómplice

y esta mueca de nostalgia que va y viene

Violeta dijo...

Es mucho mas facil dejar de hablarle sin más que se corte el con el cuchillo oxidado, pero tu ni loca...simplemente deja de hablarle y fija tus ojos en otro lugar y colver a empezar...cuidate mucho mi querida navegante!.

Ego dijo...

Apuntar las manos, eso es lo último.
Las manos contienen muchas novelas.
Aunque ellas no lo saben.
Pero tú sí.
Diagnóstico: progresa acertadamente.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Admirada paciente...
Me he sentado al borde de la cama.
Leo sus síntomas y busco un antídoto.

Me quedaré de guardia.
Saludos, un saludo descafeinado.

Calle San Juan de Dios Nº8 dijo...

Se lo que sientes con ese pedazo inerte clavado en el pecho, se como mata.
Comprendo tus senimientos y deseos. Este texto para mi ha sido uno de los más explicativos y sinceros de cuantos te he leido.
No te arranques de nosotros.
Lucha como guerrera contra aquel que te derrumbó el techo sobre el pecho. Confínalo en el olvido y deja que se pudra ahí.

Un saludo desde mi calle.

PD: Hace mucho que no te leia, lo siento el mundo no me dejaba entrar en este tragaluz de arte.

Chef El Chine dijo...

Siempre me has hablado y siempre lo harás. Sólo han cambiado las maneras. Antes te vaciabas acariciando segura mi fanfarrona barriga de la felicidad. Ahora te despellejas los nudillos golpeando mi ausencia. Bebías del mismo vaso, aun recuerdo cuando con rabia empujaste al camarero por osar traer un par:¿parecemos una pareja?¡ Imbécil! – le gritaste – ¿Acaso no ves que somos uno?.
Sabía que seguirías hablándome el día que, inválida de amor por tus miedos estúpidos, decidiera marcharme. Además nunca lo supiste, me hubiera encantado tirarte del pelo, jugando o no; ¡que le vamos a hacer si ando tarado…!