"Al llegar aquí, hace unos meses, afirmaba estar muerta. Desde que alguien se llevó mi equipaje donde tenía guardado un secreto y un cadáver..."

17 enero, 2009

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Recuerdo el albergue juvenil y tu jersey negro, traducirte los Duinos de Rilke y la risa. Horas de pasillos blancos y ventanas rectangulares con flores azules. El olor del chocolate despertando la mañana más dulce, entre zócalos rotos, pintura descorchada y tu nombre, escrito por mí, en cada esquina. La mujer más delgada tosiendo colillas, un Londres más viejo, en penumbras, muriéndose debajo de su bufanda y los gatos maullándonos comida. Porque éramos dos y el mundo estaba en la cocina o en el baño, como aquella tarde de letras de periódico donde el titular era un cielo de buhardillas con tus pies desnudos, por el tejado de mis brazos. Llegamos sin nada, un mecenas y una carta de recomendación que se nos borró con el barro. Yo dibujaba bien y tú escribías mejor; con fondo de intestino, eso te decían. Tú querías vivir de las formas y yo del movimiento, tú creando chimeneas y yo estampitas. Así, nos fuimos diluyendo. Aprendí a escribir corrigiendo tus textos. Masturbas mis metáforas, se te da bien hacer eso, me repetías. Dejé de pintar porque mis manos ya sólo pretendían sostener tu cuerpo, trazar las geometrías de tus curvas obstinadamente, encuadernarte, reiterar ese cuadro; tu retrato. A veces lo restauro, lo retoco, lo matizo, más allá de Londres, en esa ciudad breve y silenciosa de las caricias presentidas. Cruzamos Euston Road sin darnos cuenta que atravesábamos la vida. Recibiste aplausos, yo galerías. Pero el grifo era blanco y feo como un ave migratoria. Volví y tú te quedaste firmando libros, muchos libros.
Seguiré pintando lienzos en blanco, porque el blanco siempre fluye como un lago de nieve, que se resuelve en frío. Así se crea, así se destruye, así se perfila el abismo de un recuerdo, que lleva años de espera. No hay cuadros sólo épocas. El tiempo llega y se desliza en pinturas, pero el pintor no existe, no pinta. Ahora escribo, creo, estallidos de ti.
Hoy he recibido tu último libro, hoy he vivido tu firma, hoy he empañado una dedicatoria manuscrita ya mojada en sal: Te escribo. Te necesito. Te deseo. Te espero. Llámame, y no me digas que te haces un lío con el prefijo.


[Nunca te vayas. No del todo.]

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Te superas una y otra vez... Permite que me levante y te ovacione: ¡BRAVO!

Qué grande eres...

Tantris.

Anónimo dijo...

Esto no es de Paciente nº 24, sino 27 ó 28... ¡25 como poco! Otro nivel, pero siempre en la línea de la literatura que me gusta. Es por ello que siempre vuelvo...

Por cierto, que me creo que voy sabiendo tanto de tu vida que al final te voy a llamar "hermana", "amiga" o algo así. Tú dame un tirón de orejas cuando delire...


Post data.
Del Poema O., de T.H.:

(...) Una vez mientras nos inclinábamos, pregunté: ¿Seremos famosos?... Tus lágrimas se encendieron, tu cara retorcida./ Tu voz quebrada, trueno y relámpago juntos:/ ¿Y darte al deslumbramiento? ¿Eso deseas?. (...)

Walter Portilla dijo...

Paciente, te celebro, a ti y a tus escritos. Me gusta leerte, yo te apuesto que hoy escribes mejor que esa pequeña lámpara que alumbró tus iniciales. Ahora has de firmar tú, no otro.
En ti soy canto, en ti soy cuerdo, en ti me levanto y escribo lo que siento.
Mi abrazo, siempre grande, tal vez un poco loco (o bastante si tú quieres).

BUENAS NOTICIAS dijo...

Querida paciente, vengo a leerte después de tu mail. No quería responderte sin haber leido, antes, esta entrada. Como siempre, me fascina lo que escribes y cómo lo escribes. Pero me crea más curiosidad y más y más...
Luego te respondo. Un besito gordo.